Mostrando entradas con la etiqueta poetas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta poetas. Mostrar todas las entradas

jueves, julio 31

"Un Hombre" Jorge Boccanera

a Humberto Constantini Un hombre se me viene cayendo por la sangre con una copa rota entre los dientes. No soy yo, somos todos, la soledad, el tajo de odio en la memoria somos.
Un hombre se me viene derrumbando por la oscura saliva del silencio, salpicando mis ojos con antiguas cucharas, lágrimas que él inventa cuando pisa los charcos de mi sangre.
Un hombre se me viene cayendo por la herida.
No hagan música o fuego, no soplen ni respiren, quiere decirnos algo. Hay un sur de rodillas preguntando dónde estábamos todos, cómo fue que dejamos crecer la indiferencia para que de una puerta salga el enceguecido tirando puñetazos al aire,
echando espuma por la boca.
Un hombre se me viene cayendo por la sangre con pasos de borracho. No hagan ruido, no escupan, no demoren, quiere decirnos algo.

martes, julio 29

Tangueando

MEMORIAS DEL FUEGO II - Eduardo Galeano El tango, hijo tristón de la alegre milonga, ha nacido en los corrales suburbanos y en los patios de los conventillos. En las dos orillas del Plata, es música de mala fama. La bailan sobre piso de tierra, obreros y malevos, hombres de martillo o cuchillo, macho con macho si la mujer no es capaz de seguir el paso muy entrador y quebrado o si le resulta cosa de putas el abrazo tan cuerpo a cuerpo; la pareja se desliza, se hamaca, se desespereza y se florea en cortes y filigranas. El tango viene de las tonadas gauchas de tierra adentro y viene de la mar, de los cantares marineros. Viene de los esclavos del áfrica y de los gitanos de Andalucía. De España trajo la guitarra, de Alemania el bandoneón y de Italia la mandolina. El cochero del tranvía de caballo le dió su corneta de guampa y el obrero inmigrante su armónica, compañera de soledades. Con paso demorón, el tango atravisó cuarteles y bodegones, picaderos de circos ambulantes y patios de prostíbulos de arrabal. Ahora los organitos lo pasean por las calles de las orillas de Buenos Aires y de Montevideo, rumbo al centro y los barcos se lo llevan a loquear a París.